EL ALUMNO COMO CENTRO
En la
filosofía tradicional, la definición de un concepto admitía dos vías. Una vía
era la vía “positiva”: así se explicaba una idea o un hecho intentando poner el
foco sobre la idea o el hecho mismo. La otra vía, llamada “negativa”, consiste
en acotar y diferenciar aquello que no es o está fuera del concepto que se
quiere definir. Esta segunda vía es la que vamos a utilizar para hablar de la
“centralidad” del alumno.
“Centralidad
del alumno versus centralidad del profesor”. El profesor, los maestros y
maestras tienen expectativas y necesidades. Además es legítimo y no hay nada
malo en ello. Pero poner el acento en el alumno supone a veces romper con
determinados razonamientos y determinadas prácticas que tienen que ver más con
las necesidades (más o menos espurias) de sus profesores. Buscar alumnos
“tranquilos”, “concentrados”, con capacidad para la “reflexión y la escucha”,
motivados “hacia el rendimiento”, con capacidad para “dar la respuesta que
esperamos”, suele hablar más de necesidades personales y profesionales de su
profesor que con necesidades del propio alumno.
“Centralidad
del alumno versus centralidad de la masa”. Entendemos la masa como el conjunto
de alumnos (clase, etapa, globalidad de alumnos del colegio). Educamos
personas, pero queremos educar a cada persona. Cada alumno, cada alumna, lleva
su propia mochila personal, evolutiva… y esto que sabemos bien a nivel teórico,
a veces a la hora de programar las clases, las actividades, las excursiones,
los procesos de acompañamiento, se nos olvida. El acompañamiento grupal
comparte muchos elementos con el “pastoreo”, pero nuestras raíces evangélicas
hablan más bien de dejar a las “99 blancas y salir en busca de la negra”. El
alumno, un alumno, cada uno de nuestros alumnos debe convertirse en nuestra
obsesión. La educación es un hecho social, colectivo (“hace falta una tribu
para educar un niño”): todos los recursos estructurales, organizativos,
personales y programáticos de un colegio tienen que tener presente esto; ¿hay
algún alumno que se queda fuera? ¿todos pueden estar presentes, participar y
aprender?
En
definitiva, en la era de la comunicación masiva, del Big Data educativo, de los
crecientes riesgos de manipulación de grupos y de pueblos por ideologías de
signo muy diferente, nuestros colegios deben girar la cabeza constantemente al
individuo, a la persona, a cada alumno, y desde ahí organizar al profesorado,
programar la relación con los padres, establecer las programaciones y los
recursos. La centralidad del alumno, no es un “paidocentrismo ingenuo”, la
centralidad del alumno es a hacer girar el sistema de sistemas que es un
colegio, poniendo en el centro las necesidades y oportunidades de crecimiento
de nuestros alumnos y alumnas.
Ana I. Matarranz
Gonzalo Martínez
Colegio Claret de Segovia
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