jueves, 23 de enero de 2020

El alumno como centro

EL ALUMNO COMO CENTRO

                En la filosofía tradicional, la definición de un concepto admitía dos vías. Una vía era la vía “positiva”: así se explicaba una idea o un hecho intentando poner el foco sobre la idea o el hecho mismo. La otra vía, llamada “negativa”, consiste en acotar y diferenciar aquello que no es o está fuera del concepto que se quiere definir. Esta segunda vía es la que vamos a utilizar para hablar de la “centralidad” del alumno.

                “Centralidad del alumno versus centralidad del profesor”. El profesor, los maestros y maestras tienen expectativas y necesidades. Además es legítimo y no hay nada malo en ello. Pero poner el acento en el alumno supone a veces romper con determinados razonamientos y determinadas prácticas que tienen que ver más con las necesidades (más o menos espurias) de sus profesores. Buscar alumnos “tranquilos”, “concentrados”, con capacidad para la “reflexión y la escucha”, motivados “hacia el rendimiento”, con capacidad para “dar la respuesta que esperamos”, suele hablar más de necesidades personales y profesionales de su profesor que con necesidades del propio alumno.

                “Centralidad del alumno versus centralidad de los padres”. Hace tiempo que está claro que nuestro “cliente” es el alumno. Pero nuestro cliente está tutelado, y la mayoría de las veces tutelado por personas que tienen una relación afectiva, intensa y fluctuante con nuestros alumnos (la mayor parte de los casos los padres y madres). Poner en el centro las necesidades de los padres, significa que lo que el colegio programa, planifica y dinamiza está al servicio de las necesidades de seguridad, afecto, pertenencia, etc. que son propias de una relación familiar. Y además expuestas a las fluctuaciones que una relación paterno-filial suelen tener; de protección, incluso invasiva en las primeras etapas y de fiscalización y tensión en las etapas adolescentes. Un colegio que prima estos aspectos sobre las necesidades evolutivas de los niños y niñas, no está poniendo al alumno como centro.

                “Centralidad del alumno versus centralidad de la masa”. Entendemos la masa como el conjunto de alumnos (clase, etapa, globalidad de alumnos del colegio). Educamos personas, pero queremos educar a cada persona. Cada alumno, cada alumna, lleva su propia mochila personal, evolutiva… y esto que sabemos bien a nivel teórico, a veces a la hora de programar las clases, las actividades, las excursiones, los procesos de acompañamiento, se nos olvida. El acompañamiento grupal comparte muchos elementos con el “pastoreo”, pero nuestras raíces evangélicas hablan más bien de dejar a las “99 blancas y salir en busca de la negra”. El alumno, un alumno, cada uno de nuestros alumnos debe convertirse en nuestra obsesión. La educación es un hecho social, colectivo (“hace falta una tribu para educar un niño”): todos los recursos estructurales, organizativos, personales y programáticos de un colegio tienen que tener presente esto; ¿hay algún alumno que se queda fuera? ¿todos pueden estar presentes, participar y aprender?

                En definitiva, en la era de la comunicación masiva, del Big Data educativo, de los crecientes riesgos de manipulación de grupos y de pueblos por ideologías de signo muy diferente, nuestros colegios deben girar la cabeza constantemente al individuo, a la persona, a cada alumno, y desde ahí organizar al profesorado, programar la relación con los padres, establecer las programaciones y los recursos. La centralidad del alumno, no es un “paidocentrismo ingenuo”, la centralidad del alumno es a hacer girar el sistema de sistemas que es un colegio, poniendo en el centro las necesidades y oportunidades de crecimiento de nuestros alumnos y alumnas.


Ana I. Matarranz
Gonzalo Martínez
Colegio Claret de Segovia

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