“Tanto amó Dios al mundo…” Sobre la educación cordial
Si estamos hablando de educar y
no simplemente de transmitir contenidos teóricos. Si queremos referirnos a “educar
para la vida”, ofreciendo un horizonte vital y una “red de sentido” que permita
vivir en plenitud, tanto los momentos de plenitud como los de hundimiento,
entonces estamos hablando de “educación cordial”. Es una relación educativa en
la que, guardando la necesaria “distancia”, se establece una relación positiva en
la que el “maestro” enseña y acompaña desde su mayor experiencia de vida.
Padres y maestros han de saber hacer sentir el cariño a los educandos y, siempre
desde este presupuesto, saber también poner los límites a actitudes no
constructivas.
Como Misioneros Claretianos, la “cordialidad” ha de estar siempre presente en nuestro quehacer educativo. Cordialidad que refiere a nuestro ser Hijos del Corazón de María, pero que hunde sus raíces en la experiencia paterno-filial del Padre Claret, que sentía a Dios como un padre cercano lleno de “amor cordial”. Ese Padre “…que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos” (Mt. 5, 45-48). Educar desde el amor cordial capacita para acompañar momentos difíciles, restañar heridas y construir la confianza básica que hace posible ir superando las contrariedades de la vida y desarrollar una creatividad arriesgada. El amor cordial, cuando se siente, hace posible amar de verdad, incluso, llegando hasta dar la vida por los otros.
Claret, cuando quiso expresar
quién y cómo debía ser alguien perteneciente a la Congregación de Misioneros,
escribió la “definición” del Hijo del Corazón de María. Un Misionero Claretiano
o, en general, alguien que siente el carisma claretiano como “cosa propia”,
está llamado a vivir el mismo amor cordial que llenó a María. Lo curioso es
que, una vez definido el claretiano como Hijo del Corazón de María, la
definición entera se expresa en actitudes de un “anunciador del Evangelio”, que
vive su misión “con todo el corazón y con toda el alma”, hasta entregar la vida
por la causa del Evangelio.
Educar desde la “cordialidad claretiana”, es hacer presente el amor del Padre a nuestros alumnos; pero, como todo verdadero amor cordial cristiano, implica comprometerse en gastar la vida en favor de los demás, para construir un mundo de hermanos. Al fin, educar desde la cordialidad, para los que tenemos el espíritu de Claret, es educar y amar como Dios Padre lo hace. Dios se implicó en nuestra historia para darnos a conocer su rostro y su manera de ser: ser todo para los demás. Así, nosotros, tenemos que educar desde la generosidad que implica la “educación cordial”.
Responsable área pastoral del Equipo de Titularidad
Misioneros Claretianos, Provincia de Santiago