No será fácil, pero será
Como tantos otros
retos que la humanidad se ha propuesto antes y parecían a priori misiones
imposibles de cumplir, la inclusión educativa, por difícil que parezca, llegará
a instaurarse definitivamente en todos los colegios.
¿Por qué? Porque no
hay nada que defina mejor al ser humano que el vivir en sociedad con los demás
y compartir y aprender juntos.
De esto saben mucho nuestros alumnos. Quizá no de forma
consciente, pero cada día que comparten en las aulas con sus compañeros, cada
día que aceptan a los demás como son y cada día que consideran a todos los
miembros de la comunidad educativa como partes iguales de un mismo todo, se van
a casa habiendo aprendido mucho. Por supuesto, no solo hablamos de contenidos
curriculares, porque en nuestros colegios no nos preocupamos sólo de eso;
también habrán aprendido de experiencias basadas en valores básicos de buenos
cristianos.
La inclusión nació no
hace mucho (el 10 de junio de 1994 con la Declaración de Salamanca), pero
desde el principio se presentó ante el mundo como la revolucionaria y nueva
fórmula para que todas las personas, tengan las características que tengan,
sean consideradas y se sientan como iguales.
Obviamente, esto es
algo bueno para todos, puesto que a nadie le gusta sentirse “diferente” al gran
grupo y nadie está exento de ello. Es algo de lo que tenemos que
concienciarnos.
En nuestros colegios
ya hace tiempo que caminamos en esa dirección, aunque cada día se hace más
presente.
La escuela se ha de
adaptar a sus alumnos y no al revés. Somos conscientes de que “cada persona es
un mundo” y esos mundos hay que atenderlos como necesiten.
Ya no debemos sostener
por más tiempo la idea de escuela tradicional, donde la clase se daba de forma inmovilista
y los alumnos tenían que hacer por entenderlo todo, les costase lo que les costase.
Eso, siempre y cuando lo consiguiesen, que por desgracia no siempre ocurría, y
muchos de ellos se veían perjudicados por ello.
No. Esto no debe ser
así.
Con esto no estamos
diciendo que el alumnado tenga que dejar de esforzarse. Para nosotros, la
cultura del esfuerzo es fundamental para tener éxito en la vida.
Pero lo que decimos es
que hemos de ser lo suficientemente resolutivos y eficaces como para saber qué
alumnos tenemos delante y cómo llegar a todos y cada uno de ellos.
Y ellos han de
aprender a valorar y respetar a las personas no solo por lo que se ve, sino
también por lo que no se ve, hasta que lo tengan tan interiorizado que ya sea
algo natural y no al revés.
Volvemos al principio.
Parece imposible. Pero nada más lejos de la realidad.
Todos los miembros de
la comunidad educativa (alumnos,
profesores, etc.) hemos de salir de nuestra zona de confort con roles y
prejuicios obsoletos per saecula saeculorum heredados y estar abiertos al
cambio, siempre desde el más absoluto respeto.
Vivimos en una
sociedad multicultural y multidisciplinar, en la que cada día, de forma
presencial o a través de las redes, estamos en contacto con cientos de personas
distintas a nosotros mismos. Y de todas podemos aprender.
En esta vida, lo que
aporta es lo que importa y, por supuesto, todos los seres humanos aportamos e
importamos, de la misma manera que a nosotros los demás nos aportan y nos
importan.
Carolina Alcaide.
Colegio Claret Valencia-Benimaclet
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