BENDITA (A)NORMALIDAD
Yo tengo la impresión, no sé
si la comparten conmigo, que se abusa del adjetivo “histórico”. Pregonan los
medios de comunicación: un resultado histórico, un acuerdo histórico, un
acontecimiento histórico. No sé si el día 11 de marzo de 2020 es merecedor de
tal apelativo, “histórico”, pero no creo que haya ningún profesor, alumno y
padre que podamos olvidar esa fecha. El Covid trastocó nuestro mundo y,
por su puesto, todo lo que era normal hasta ese momento en la vida de un
colegio.
Estamos celebrando el final
de un curso un tanto desconcertante e híbrido, donde un minúsculo virus ha
sido capaz de matar a millones de personas en poco tiempo y cambiar nuestra
forma de entender la vida y relacionarnos. Transitamos en medio de una
crisis humanitaria, sanitaria y económica en todo el mundo.
El confinamiento, los dos
metros y la distancia social ha acelerado el proceso digital y nos ha
demostrado que éramos más resilientes de lo que pensábamos. Ha modificado nuestra manera de compartir, de
comunicarnos, de trabajar, de hacer planes.
Nos ha obligado a aprender a gestionar emociones para las
que no estábamos preparados y a profundizar en nuestra inteligencia emocional.
A hacer frente a pérdidas de seres queridos en duelos silenciosos y desde la
distancia.
Un virus que puso patas arriba nuestra vida cotidiana y nos
recordó que a menudo el destino hace planes sin considerar los nuestros, que es
muy difícil vivir sin el calor de la familia, los amigos, los compañeros.
¿Quién nos iba a decir que hasta echarías de menos ir a clase?
Ojalá esta pandemia haya
servido también para saber cuáles son los aprendizajes más importantes que
como colegio podemos proporcionar.
¿No sé si son de los que piensan
que la pandemia nos va a hacer mejores como sociedad? Quiero se optimista
y deseo que este virus, que tanto nos ha hecho sufrir y castigado, que tan diferentes
ha hecho nuestros últimos meses en el colegio, consiga hacernos mirar hacia el
centro de todo: el ser humano. Forma parte de nuestro ideario y es nuestro
deseo como colegios claretianos educar para la vida en toda su integralidad, y
ello incluye la consideración compasiva y solidaria hacia otros. Incluye la sensibilidad
hacia los que más sufren, hacia los excluidos y empobrecidos. Una mirada
fraternal y cristiana del mundo.
Me consta la dedicación que nuestros
colegios han puesto en cuidar lo emocional, la salud, el encuentro
interpersonal que construye, que ayuda a crear convivencia y comunidad.
Quiero pensar que como
colegio hemos contribuido a dotar a todos nuestros alumnos de las
competencias necesarias para poder hacer frente a la vida y a la
adversidad. Para hacer frente al cambio y la incertidumbre con valentía e
ilusión y, junto con los demás, saber vivir en equilibrio entre los sueños y el
esfuerzo.
Volver a la normalidad
es el deseo de muchos y puede que también el de los que estáis leyendo estas
palabras. Permitidme discrepar, antes de la pandemia no todo iba bien, no
volver a la normalidad anterior debe ser la consigna educativa que nos una
mundialmente. Necesitamos descubrirnos como personas que aprendieron e hicieron
de esta crisis una escuela para la vida plena, para la solidaridad global y
para el gozo de encontrarnos en la cercanía o en la distancia.
Las circunstancias que nos
ha tocado vivir nos hace caer en la cuenta de lo importante que es una actitud
constructiva ante la vida. Buen descanso
y buen verano. Recordad el lema que nos ha acompañado este año: “Arriba los
corazones”.
Coordinador del Área Pedagógica
Equipo de Titularidad
Colegios Claretianos de Santiago
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