¿Cueces o enriqueces?
Si utilizamos la metáfora del mundo culinario, nuestro
quehacer educativo tendría mucho que ver con buscar las mejores recetas,
dedicar tiempo, seleccionar con cariño los ingredientes, bajar el fuego para
que se vayan cocinando a fuego lento, y, por supuesto, añadir ese toque
personal que hace tan especial el resultado.
Habilidades como la capacidad para resolver problemas y
adaptarse al cambio, el pensamiento crítico y analítico, las habilidades
comunicativas y sociales, la predisposición para el trabajo en grupo, la
inteligencia emocional, el sentido del humor, la responsabilidad, iniciativa,
curiosidad e interés, la buena gestión del lenguaje no verbal, el
autoconocimiento o el sentido común son esenciales en el aula, tanto entre los
profesores como entre los alumnos, más aún, es esencial que los profesores las
desarrollemos y vivamos para que nuestros alumnos puedan también ir
adquiriéndolas desde el ejemplo.
Quizás deberíamos dejar de llamarlas habilidades blandas,
por oposición a las habilidades duras que tienen relación con los conocimientos
y lo más estrictamente académico y se da por supuesto que son más importantes y
difíciles de conseguir, porque se trata de habilidades esenciales que nos van a
abrir puertas, a nosotros y a nuestros alumnos, en multitud de ocasiones en la
vida y nos van a a ayudar a ir haciendo camino tejiendo relaciones que generan
Vida y, especialmente a ellos que tienen toda la vida por delante, a adaptarse
a un contexto y un futuro fluctuantes y nada ciertos. ¿Realmente creemos que es
más difícil obtener buenos resultados al aprender conceptos y conseguir una
titulación que ser sobresalientes en inteligencia emocional, en liderazgo, en
comunicación no verbal o conseguir un notable en habilidades sociales,
autoconocimiento o responsabilidad personal?
Life skills podría ser un término más
acertado para darles la centralidad que merecen: habilidades para la vida.
Porque no se trata solo de desarrollarlas para el ámbito escolar, el desarrollo
personal o para el mundo laboral, sino que tienen que tener una amplitud de 360
grados que pongamos en juego y nos ayuden en todas las dimensiones de la vida.
Desde esta visión, ¿podríamos trabajar también, por ejemplo, las life skills para la dimensión
espiritual? ¿Cuáles serían?
Para conseguir una estrella
Michelin podemos ir a una escuela de alta cocina, pero, sobre todo, tenemos que
arremangarnos y ponernos a cocinar. En nuestros colegios tenemos las mejores
escuelas de cocina: sigamos cocinando con cariño y a fuego lento, con nuestros
alumnos y para nuestros alumnos.
Y todo con el mejor de los
sazonadores: al estilo del evangelio, al estilo de Claret.
“Rico, rico… ¡y con
fundamento!”
Paula Merelo
Romojaro
Colegio Claret
Madrid
Equipo
Pedagógico Provincial
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