¿QUÉ SUEÑA DIOS PARA LOS CLARETIANOS?
Quizás
muchos sabéis que este verano los Misioneros Claretianos hemos tenido nuestro
XXVI Capítulo General. Cada seis años nos paramos a revisar nuestra andadura
como Congregación, identificando las semillas de vida pero también la “cizaña”
y debilidades que suponen desafíos y retos para el futuro. Pensando en el 2027
nos hemos preguntado ¿cuál podía ser hoy el sueño de Dios sobre la
Congregación? ¿Qué Congregación nos gustaría encontrar al final de este
sexenio, cuando se celebre el próximo Capítulo General? Un sueño de Dios que
se convierte en proyecto de vida y Misión.
Ha
sido un camino sinodal, palabra de origen griego que significa caminar juntos.
A pesar de la pandemia a lo largo de todo el mundo en la preparación del
Capítulo se han producido centenares de conversaciones entre los claretianos
de los distintos lugares y las personas que participan en los diversos ámbitos
apostólicos y pastorales. La sinodalidad, este camino conjunto, no se reduce a
responder a algunas consultas, en nuestro contexto más próximo, a lo largo del
sexenio han sido y son muchas las personas implicadas en la vida de la
institución claretiana y sus obras, especialmente las educativas, asumiendo
responsabilidades en su animación, gestión y propuestas de actuación.
William
Shakespeare afirmaba que “estamos hechos de la misma materia de los sueños”. Es
la energía que impulsa y hace avanzar a la humanidad. Para poder mirar ilusionados
el futuro necesitamos cierta sensibilidad que nos permita interpretar los
signos de nuestra realidad que Dios nos ofrece y los anhelos de nuestro mundo
educativo y, desde ahí, soñar.
Bien
es cierto que los siete sueños que articulan el documento del XXVI Capítulo son
transversales a todas las actividades y obras de los claretianos, pero el
número cuatro podemos sentirlo más directamente vinculado al mundo educativo:
“Soñamos una Congregación audaz e
itinerante que, enviada por el Espíritu del Señor, sale hacia las
periferias, se acerca a los jóvenes, camina con ellos y los anima a responder
a la llamada de Dios.” (nº 63)
Se
traduce en planes, diseños, que procurarán que se vuelvan realizables y
tangibles. El mismo documento recoge estas afirmaciones en un presente que nos
sitúa en nuestro punto de llegada en el año 2027: “Entre los jóvenes y niños
actuamos sin prejuicios, abiertos a su novedad y valores y a sus sueños de una
humanidad mejor. Prestamos atención prioritaria a la niñez y juventud
empobrecida. Les ofrecemos el testimonio de nuestra vida y un ambiente seguro
en el que crecen libres y felices. (nº 64,c) y continúa diciendo: ”Hemos
impulsado nuestras instituciones educativas como plataforma privilegiada para
salir al encuentro de los jóvenes y de muchas personas sin otras oportunidades
formativas. Las atendemos en sus necesidades individuales, sociales y
espirituales.” (nº 64,d)
Todo ello se expresa en un compromiso concreto: “Velar por que nuestras
instituciones educativas sean centros de calidad que, en colaboración con las
familias, cuiden con esmero la formación en valores, la transmisión de la luz
del Evangelio y la atención a los más vulnerables. Crearemos entornos seguros
para que niños, adolescentes y jóvenes crezcan en libertad y responsabilidad. (nº
69)
Alguien podrá citar a los clásicos, en este caso españoles, “toda la vida
es sueño, y los sueños, sueños son”. Cierto que los sueños pueden quedarse en
quimeras, en ocurrencias fantasiosas e ingenuas. Ser una mera declaración de
buenas intenciones.
Actuamos desde el convencimiento de que los sueños nos están hablando de lo
que está por venir, aspiraciones que nacen del compromiso personal y
comunitario porque junto con los sueños identificamos en nuestros colegios muchas
semillas de vida. Sin pretender realizar una enumeración exhaustiva, semillas
de vida son los esfuerzos por la personalización, la adecuación de las
metodologías para favorecer la centralidad del alumno, las realidades de
inclusión que podemos descubrir en nuestras aulas, así como las acciones que
nos hablan del cuidado integral de niños y jóvenes, la búsqueda de sinergias de
toda la comunidad educativa donde las familias tienen un papel cada vez más
relevante. La creación de espacios seguros dotándonos de protocolos,
formándonos y sensibilizándonos sobre este tema a los que formamos el conjunto
del colegio son también semillas de vida.
Confiamos que estos sueños sean compartidos por muchos y que desde el
compromiso personal y colectivo podamos construir una nueva realidad colegial.
Decía Jorge Luis Borges que “el verbo leer, como el verbo amar y el verbo
soñar, no soporta el modo imperativo” ¿Te animas a caminar juntos?
Adolfo Lamata
Muyo, cmf
Provincial de
los Misioneros Claretianos de la Provincia de Santiago
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