martes, 2 de junio de 2020

Retorno o no retorno


La no vuelta al colegio en septiembre

Tras la situación en la que hemos podido experimentar claramente lo que es un entorno VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad, ambigüedad), en el cual la volatilidad de nuestra sociedad se ha puesto a prueba, la incertidumbre nos ha acompañado a lo largo de los meses, la complejidad de iniciar una nueva forma de relacionarse y de actuar, y la ambigüedad a la que nos hemos visto sometidos para poder afrontar nuestro futuro, nos condiciona de tal forma que no vamos a poder volver, por mucho que lo deseemos, al día 12 de marzo del 2020, es decir, a lo que consideraríamos la normalidad que existía en esa fecha.

La propia continuidad de la forma de relacionarnos socialmente nos transmite constantemente que todo volverá a ser como antes, y esto es un error: nada volverá a ser como antes. Nuestra sociedad ha cambiado tras esta situación catastrófica, y no se trata de volver a cómo era todo previamente, sino de reinventarse y rediseñarse después de haber pasado por un suceso estresante. 



Sería más bien propio de aquellas personas que se aferran al pasado, y de aquellas personas que tienen miedo al cambio, el intentar seguir viviendo como antes, aunque esa realidad haya desaparecido. Esta reflexión me recuerda a lo que sintieron los viejos herreros del siglo XIX y siglo XX cuando aparecieron los automóviles o las locomotoras. Cuánto hubieran deseado estos profesionales que el cambio no se hubiera producido, y, sin embargo, ¿cómo podríamos considerar que fue ese cambio para nosotros progreso o retroceso?

Cuando hablamos de la vuelta a los centros escolares tenemos la mente puesta en todos los septiembres que nosotros hemos vivido a lo largo de nuestra vida, no ya como docentes, sino también como estudiantes, porque, aunque cambiaba el sistema, el nombre de los cursos, de las etapas, la fachada de los colegios o el tipo de centro, el fondo del sistema era el mismo: la vuelta al colegio. Pero, sin embargo, esta vez nos vamos a tener que enfrentar a algo nuevo.

Dentro de este retomar la actividad docente ordinaria, uno de los aspectos más sensibles de la condición humana que se va a ver trastocado es, precisamente, la comunicación. En concreto, la forma de comunicarnos. No podemos olvidarnos de que los axiomas de Watzlawick: el primero enuncia la imposibilidad de no comunicar, pues que todo comportamiento humano es comunicación; el segundo, que el mensaje va a ser interpretado por el oyente en función de la relación que tenga con el emisor. El tercero indica que todo tipo de interacción se da de forma bidireccional entre emisor y receptor. Y el cuarto, que la comunicación es digital y analógica, por tanto, se valora tanto las palabras como los gestos, el tono, la distancia o la posición. Si lo que nos ha hecho ser humanos hasta ahora, y nos caracteriza, es nuestro sistema de comunicación, el cual llega un momento que genera dos saberes o ciencias, como son la kinésia, que e ocupa de la comunicación no verbal expresada a través de los movimientos del cuerpo, y la proxémica, que estudia el comportamiento no verbal relacionado con el espacio personal, ¿como van estos saberes a asumir el cambio de la comunicación, cuando se tiene en cuenta que el 80% de la comunicación humana es no verbal?

Con respecto a la kinésia, se verán alterados, tanto por su uso mayor o menor, los siguientes elementos:

             Uno es la postura corporal: podemos mantener una posición abierta o cerrada, en esta última cruzamos los brazos o cerramos las piernas como barrera ante la otra persona, lo cual nos separa más en el proceso comunicativo.

Otro es la orientación o ángulo en el que nos colocamos con respecto al receptor, sabiendo que cuanto más de frente nos situaremos el uno del otro, mayor será el nivel de implicación. Así, debemos recordar que colocarse uno al lado del otro es una orientación hacia la cooperación, estar en ángulo recto es una posición de conversación, y estar uno frente a otro sentados se relaciona con una situación de competición.

Otro elemento, y que será uno de los que más se va a incrementar, es el uso de los gestos, que son señales que emitimos voluntariamente para acompañar al lenguaje oral. Por ejemplo, si agito la mano estoy diciendo “Hola” o “Adiós” y si levanto el pulgar quiero decir que todo va bien. Estos se llaman gestos emblemáticos, y van a ser un apoyo primordial en nuestras conversaciones, pues la distancia física nos obligará a tener que reforzar mucho nuestro mensaje con los gestos, ya que nos va a costar más vernos de cerca o incluso oírnos correctamente. También lo haremos con los gestos ilustrativos, que si bien no tienen un significado universal, los hacemos para hacer entender mejor nuestro discurso oral.

Muy importantes serán, así mismo, los gestos reguladores de la interacción: cuando yo te digo que hables más bajo o más despacio, que repitas algo, o que es tu turno para hablar, estaré haciendo gestos con las manos, o agitando la cabeza.

Por último, está la mirada, ¿qué importancia está ganando la mirada en la interacción cuando estamos utilizando mascarillas que tapan el resto de nuestro rostro? Sobre este aspecto, debemos de saber que cuanto más alejados estamos físicamente las personas que interactuamos, con más frecuencias nos dirigimos mutuamente la mirada. Así también, cuanto más nos interesa el interlocutor, también miramos más, o si queremos influir sobre él. También influye el tiempo que mantenemos la mirada, si parpadeamos más o menos, o si esquivamos con frecuencia los ojos del receptor. Todo esto nos está mandando mensajes.

Por último, están los gestos que implican estados emotivos. Las emociones tienen un fuerte componente de expresión facial y corporal. Por ejemplo, los gestos faciales quizá nos resulte más complejo captarlos, por lo que el lenguaje de los brazos, las piernas, etc., va a ser primordial para captar las señales.

Resulta entonces probable que todo este refinado y complejo sistema de comunicación cambie con la llegada de septiembre, y no es tanto el mes de septiembre, sino precisamente la palabra cambio para la que tenemos que prepararnos en ese “no septiembre”. De hecho, y aunque hablemos del entorno VUCA, no podemos obviar a Spencer Johnson cuando pone de manifiesto cuestiones tan evidentes como que ¡el cambio esta ocurriendo! Lo cual nos sugiere que nos tenemos que anticipar a ese cambio olfateando con frecuencia el queso para saber cuándo se está poniendo viejo, y nos propone que debemos de adaptarnos al cambio con rapidez, así, cuanto antes nos deshagamos del queso viejo, antes disfrutaremos del nuevo.

Tampoco querría desaprovechar esta ocasión que se me brinda para recordar al inigualable Viktor Frankl, cuando pone de manifiesto allá por los años cuarenta en la situación terrible de un campo de concentración nazi el que “sino se puede cambiar la situación, lo que hay que hacer es cambiar la percepción que se tiene de ella”.

Así que, si al final y al cabo, estamos en un tiempo de cambio, es más, ya hemos comenzado ese tiempo de cambio, no nos queda mas alternativa que centrarnos en las OPORTUNIDADES que ese nuevo tiempo con unos hábitos comunicativos diferentes a los que llevamos acostumbrados desde hace solamente unos pocos miles de años nos va a bridar. En otras palabras, cambio y progreso, pues, en último término, somos seres “inteligentes” y qué es la “inteligencia” nada más que la adaptación al entorno.

José Luis Pérez, Orientador Colegio CODEMA Gijón.


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