domingo, 17 de mayo de 2020

Los tres momentos del docente en este tiempo


EL ARMA MÁS PODEROSA DEL MUNDO


Nelson Mandela dijo en una ocasión: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. De alguna manera ese debería ser el objetivo de cada uno de los maestros de las diferentes escuelas del mundo, convertir a nuestros alumnos en ciudadanos que mejoren la sociedad que tenemos en la actualidad. Seres autónomos, solidarios, preocupados con el medio ambiente y con un espíritu crítico para convertir nuestro entorno de dentro de 30 años en uno mejor.
El COVID19 creo que nos ha puesto a todos en nuestro lugar y ojalá en nuestra disciplina haya servido para recapacitar y reflexionar sobre lo verdaderamente importante.







Los profesores hemos pasado a lo largo de este periodo por diferentes etapas:



La primera una fase de saturación por múltiples aspectos. Entre ellos podemos destacar el exceso de trabajo, la inseguridad por el tiempo que esto iba a durar y la preocupación por la brecha digital que gran parte del profesorado, alumnado y familias sufren. Con esta brecha digital no me refiero a la falta de medios de algunas familias, que también, me refiero a la falta de formación para darle sentido desde la distancia a nuestro trabajo. Una fase en la que reinaba una preocupación excesiva por cómo hacer llegar las tareas a los alumnos, cómo usar la tecnología que nuestros centros ponían a nuestra disposición, o cómo las familias iban a responder a todos estos retos. 

En mi caso algunas de estas preocupaciones no existían, pero existía otra no menos importante: ¿Cómo poder ayudar al resto de compañeros a superar esta brecha digital de la manera menos traumática posible? Una reflexión parecida a la que en su día planteó el exjugador de los Lakers, Magic Johnson: “No te preguntes qué pueden hacer tus compañeros por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tus compañeros”

Esto se tradujo en horas de creación de tutoriales, llamadas de socorro de profesores, orientaciones sobre apps que pudiesen dar sentido a nuestro trabajo a nivel organizativo y práctico, conversaciones con maestros y miembros del equipo directivo… Una etapa dura pero reconfortante al ver como muchos compañeros conseguían en apenas unas semanas aquello a lo que no le habían prestado atención durante años.

En segundo lugar vino la fase de reflexión. Para mí esta es la fase más necesaria. Una fase en la que se piensa en el alumnado, que al fin y al cabo, siempre debe ser el protagonista. Una etapa en la que nos damos cuenta que la diversidad de situaciones de nuestras familias es muy desigual. Unas familias que viven saturadas por su trabajo o falta del mismo, por la incertidumbre e incluso en algunos casos por la enfermedad de alguno de sus miembros.

Una etapa siempre necesaria y en la que la labor del profesorado fue la de unirse, la de coordinarse; aspectos que a veces nos cuestan tanto a los maestros. Un momento para centrarnos en los niños, de ser flexibles, de pensar en las emociones y en lo verdaderamente importante en este momento. Momento para recapacitar sobre la evaluación y como ésta pierde sentido en el momento en el que no les tenemos cerca para ver su evolución diaria.

En mi nivel se tradujo en la creación de un proyecto interdisciplinar en el que los alumnos tratan de salvar a los diferentes personajes de Disney a través de retos competenciales que les hacen pasar misiones y conseguir insignias. Un trabajo que nos lleva mucho tiempo pero que creemos que merece la pena porque nuestros alumnos se ven motivados, activos e inmersos en su propio proceso de aprendizaje. 

También se trabajó el aspecto emocional a través de videoconferencias diarias o semanales con los alumnos para que ellos nos sintiesen cerca y entendiesen que lo académico quedaba en un segundo plano. 

 a tercera fase es la que más incertidumbre me despierta. Podríamos llamarla la fase del aprovechamiento. Tendrá que ver con el poso que quedará cuando todo esto haya pasado. Se traducirá en ver si esta situación nos hará plantearnos las necesidades de formarnos en la competencia digital, en la obligación de trabajar más en equipo (sin que nadie viaje gratis) y de ver las posibilidades que todas estas plataformas, apps o recursos nos pueden aportar en el futuro. 

La tecnología ha venido para quedarse porque forma parte de nuestro día a día pero lo realmente importante es la Buena Pedagogía. En la medida en que seamos capaces de integrar estos dos aspectos lograremos el pleno rendimiento y formación de alumnos preparados para el futuro.

Es difícil cambiar el concepto que las personas tienen de la profesión docente y del mundo de la educación. Resulta complicado cuando muchas de las familias han vivido un entorno educativo muy diferente en el que primaba la memorización, y lo social y emocional quedaba en un tercer o cuarto plano.

En mi opinión este es un momento propicio para hacer ver que la cercanía, la empatía y el trabajo de las emociones es fundamental en nuestras aulas. Un momento para reflexionar si aprender debe estar por encima del aprobar. Y una etapa para entender que sacar el máximo rendimiento de cada uno de nuestros alumnos sólo lo podemos lograr cambiando nuestro rol tradicional en el aula y entendiendo que la diversidad de individualidades no puede ser tratada de una manera idéntica. Una fase para plantearse si lo realmente importante en el mundo educativo es el producto o el proceso (implicación, trabajo, esfuerzo, valores, sacrificio…)

Si el COVID19 sirve para todo esto, habrá merecido la pena el esfuerzo realizado por todos los agentes del mundo educativo. Si no somos capaces de aprovecharlo, habrá sido una verdadera pena.

 ¿Seremos capaces de dar estos pasos?

Ojalá… y así se convertirá en el arma más poderosa del mundo.



Marcos Ordiales, profesor de Educación Primaria

CODEMA Gijón

1 comentario:

  1. Enhorabuena por tu artículo, creo en tus palabras. La educación es un proceso,no un resultado. Pienso que debe estar orientada a que nuestros niños, nuestros líderes futuros, aprendan a pensar en sí mismos, a sentir y a actuar para mejorarse y mejorar a los demás. Ellos son nuestro futuro y es nuestra responsabilidad enseñarles a ser los dueños de sus pensamientos, emociones y acciones. Por eso la educación es el arma más poderosa que hay, porque es la llave para la verdadera transformación personal y social. Muchas gracias por compartir tus ideas.

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