¡Ay, mi clase! La tele-educación.
En España el 8%
de las empresas emplea el teletrabajo y sólo un 3% de los trabajadores lo
practicaba. Por la propia naturaleza de la educación,en nuestros colegios, el
teletrabajo, el convertir la casa en clase, no era algo habitual. No sé si después de más de un mes de
experiencia se puede dar por bueno el dicho que a grandes males ¿la tele-educación
es un gran remedio?
La
inexperiencia es un riesgo.
Hemos debutado en un entorno de urgencia y precipitación junto con unas
circunstancias que obligan a compartir con el resto de la familia los espacios
domésticos y los medios tecnológicos. La capacidad de adaptación de los
docentes es evidente, pero una vez más, como en tantos otros cambios
educativos,con un coste personal y profesional: estrés y ansiedad.
No es fácil desconectar. La mayoría de los profesores cuentan que han dedicado muchas más
horas de las habituales a la tarea docente en esta situación de confinamiento.
Somos un gremio con un alto sentido de la responsabilidad profesional y buscamos
la excelencia. Si en condiciones normales no es fácil desconectar, somos profesores 24/7, las veinticuatro horas del día y
los siete días de la semana, con la tele-educación todavía peor. Tenemos que organizarnos con el resto del claustro
delimitando tareas a la vez que hacemos una gestión realista del tiempo que nos
va a llevar realizarlas, somos novatos. Nuestro trabajo impacta
directamente en otros, nuestros alumnos y sus familias, la mayoría en situación
de excepcionalidad como la nuestra, es
fundamental establecer tiempos y momentos para salvaguardar nuestro espacio
personal y familiar. Los que tenéis niños pequeños tenéis una vacuna contra este
mal junto con una dificultad sobreañadida.
No podemos perder de vista que nuestros alumnos y sus familias también están viviendo la misma situación de excepcionalidad, nuestros problemas son sus problemas. Esta pandemia está poniendo a prueba a todas las familias. Nunca hemos pasado tanto tiempo juntos en casa. Los roles de padre, madre, profesor, acompañante, animador de actividades, “policía” se viven inexorablemente entre cuatro paredes, también 24/7. Lo prioritario es la salud física y simultáneamente, la salud mental. La nuestra y de nuestra familia, la de nuestros alumnos y su familia. No seamos elementos disruptivos y estresantes en el difícil equilibrio de los hogares propios y ajenos.
Nuestros
colegios no son solo un lugar de trabajo. La educación no es sólo la transmisión
de enseñanzas y contenidos académicos. Me atrevería indicar que una de las
grandes dimensiones de la educación es la relacional. La relación y el reconocimiento son ejes vertebradores del acto educativo.
Educar se entiende como una
relación, donde los procesos de socialización y de aprendizaje son
significativos si se construyen vínculos. Todo ello con el objetivo de
facilitar a los niños y jóvenes el desarrollo de competencias sociales
interpersonales que favorezcan una convivencia saludable, y un desarrollo
personal y social.Todas las historias de valor educativo tienen algo en común: la
conexión especial que es el vínculo entre el maestro y el alumno. Cfr. “Educación relacional. Diez claves para
una pedagogía del reconocimiento”, de Arnoldo Cisternas Chávez y Joan Quintana Forns.
El convertir cada casa en
una clase, la educación a distancia, conlleva un déficit
relacional básico entre el docente y el alumno, entre los propios alumnos
entre sí y, por último, entre el propio equipo de educativo, claustro de
profesores. La educación no es un acto
individual, siempre es un dinamismo colectivo. Crear estos dinamismos
educativos, cada uno desde su casa, es más complicado porque además de sentirte
aislado falta la motivación y apoyo que genera el grupo. Es necesario buscar fórmulas que consoliden el vínculo educativo y el
compromiso por el mismo. Reuniones con el resto del equipo docente son
esenciales para la coordinación, compartir dificultades y buenas prácticas.
¡Cuidado! He leído a algún
experto que teletrabajar engorda, entre
otros riesgos para la salud.
Podríamos denominarlo el“síndrome del
frigorífico”. Que en cualquier momento dela jornada laboral pueda estar la
comida accesible y no siempre comida sana, desequilibra el balance calórico. Si
le unimos las mayores dificultades par realizar ejercicio físico, se genera un
cóctel maléfico. Quizá arrastres problemas
musculares y dolor de espalda, la ausencia de ergonomía de nuestros “despachos
domésticos” completan el cuadro de los peligros físicos del traslado de la
clase al hogar.
Debemos confesar a estas
alturas que nadie quisiéramos estar
teletrabajando. No queremos trabajar a distancia pero nos obligan las
circunstancias. Si
escuchamos a los expertos nos dicen que el teletrabajo altera una importante cantidad
de aspectos de la vida laboral, familiar y cotidiana e introduce novedades en
los modos tradicionales de gestión y organización del trabajo que pueden
derivar en problemas de salud como estrés, adicción al trabajo, problemas
musculares, aislamiento social, etc.
Es lo que toca y como en
tantas otras ocasiones solventaremos, y con nota, esta situación no deseada. Aprendemos
rápido.Confiemos poder evitar los riesgos del teletrabajo sin salir muy
perjudicados en el intento y tras las vacaciones suspirar cada mañana: ¡Ay, mi
clase!
Adolfo Lamata Muyo
Coordinador Pedagógico
Equipo Titularidad Claretianos
Provincia de Santiago
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