lunes, 8 de diciembre de 2025

ADVIENTO: PARAR Y AVANZAR

 ADVIENTO: PARAR Y…AVANZAR

 En la quinta estrofa del poema que le dedica, Gerardo Diego le dice al Duero: “¿Quién pudiera como tú/a la vez quieto y en marcha/cantar siempre el mismo verso/pero con distinta agua?”

 


El inicio de un nuevo año litúrgico, puede hacernos pensar (y caer) en una peligrosa deriva rutinaria, como a la que nos vemos abocados con los buenos propósitos cada nuevo año que, generalmente, suelen ser los mismos y suelen esfumarse con la misma rapidez.

 

¡Qué curioso que el año litúrgico comience su andadura de la mano del tiempo de Adviento! Un tiempo de espera esperanzada. Como una invitación a renovarnos, a dar un paso más. Es como el caminar: puede que el paso quedamos sea igual que el anterior, pero el suelo que pisamos no es el mismo y, además, nos acerca más a la meta.

 

Adviento es por tanto una invitación a no quedarnos mucho tiempo quietos. Es verdad que en ocasiones hay que saber parar para contemplar, para reposar… Pero no conviene acomodarnos demasiado. Porque la espera del Adviento como ya hemos escuchado muchas veces, no es una espera pasiva; es una espera activa. Adviento nos invita a esperar, pero sin bajar la guardia, prestando mucha atención a lo que sucede a nuestro alrededor.

 

El mismo verbo “educar” desde sus dos raíces etimológica, pareciera que nos marca la pauta de estos dos tiempos: “educare” nos habla de criar, de nutrir, de alimentar (acciones para hacer preferiblemente en reposo; “educere” nos habla de sacar, de extraer, de guiar hacia fuera (acciones que implica el movimiento). En la acción educativa tendremos que saber combinar ambos tiempos.

 

            Por otro lado, si Adviento es tiempo de esperanza, ¿qué acción más propicia que la educadora para desarrollar esta virtud? Educar es una acción cargada de esperanza.

 

Y como motor de todo esto, el Espíritu que nos invita a estar abiertos a la novedad. Por eso escucharemos al profeta Isaías decirnos: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. Mirad que realizó algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Isaías 43, 18-19).



El Espíritu de Dios que nos invita a abrirnos a su amor (“El amor hizo nuevas las cosas/el Espíritu ha descendido”, nos dirá el poeta en este tiempo). El Espíritu que nos invita a abrirnos a la vida nueva que nace en la humildad de una joven nazarena, en la pobreza de un pesebre, en la debilidad de un recién nacido (todo un proyecto en ciernes).

 

            Buen y bendecido Adviento para todos.

P. Diego González cmf