lunes, 3 de noviembre de 2025

¿Tiene sentido la educación hoy?

 INSPIRAR, ACOMPAÑAR, EDUCAR: la esencia de ser docente hoy

Hace unos días compartimos en nuestro claustro un espacio de reflexión bajo este título: “Inspirar, acompañar, educar”. Más que una sesión formativa, fue una oportunidad para detenernos y recordar por qué hacemos lo que hacemos: porque cada alumno es, y seguirá siendo, la razón de ser de nuestra tarea educativa (cf. Ideario FC, 7).



Vivimos tiempos apasionantes, pero también complejos. Ser docente hoy exige comprender el contexto cambiante en el que se desarrolla nuestra tarea educativa. Hay tres grandes tendencias que están transformando el modo en que entendemos y vivimos la educación, y no podemos ignorarlas.

La primera tiene que ver con la reconfiguración de la relación familia-escuela. Las formas familiares son hoy mucho más diversas; los tiempos, las rutinas, las expectativas y las prioridades se han modificado. Nuestros colegios ya no pueden dar por supuestos ciertos apoyos o dinámicas que antes parecían inamovibles. Esto nos pide renovar los modos de encuentro, abrirnos a la escucha, buscar alianzas reales y sinceras con las familias para que la educación vuelva a ser una tarea compartida.

La segunda tendencia es la postmodernización de la educación. Vivimos en un tiempo fragmentado, donde los grandes relatos —aquellos que daban sentido y horizonte— parecen diluirse. Nuestros alumnos crecen entre estímulos múltiples, en un entorno que a menudo genera incertidumbre e inmediatez. Aquí la escuela tiene un papel crucial: ayudar a recomponer sentido, a dar nombre a lo que viven, a acompañar en la construcción de una identidad sólida y libre.

Y la tercera es la exponencialidad de la tecnología. La tecnología ya no es una herramienta más: estructura nuestra manera de pensar, de relacionarnos, de aprender y de estar en el mundo. Pero educar no es solo “usar” tecnología, sino enseñar a habitarla con criterio y humanidad. Acompañar a nuestros alumnos para que sigan siendo protagonistas, no prisioneros, de lo digital.

Ante cada una de estas realidades, que no elegimos pero sí habitamos, nuestros centros tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de ser una respuesta desde su identidad y su ideario.

Los colegios son respuesta cuando son un ámbito de creación de identidad. Nuestros colegios no son prestadores de servicios educativos, sino espacios donde las personas descubren quiénes son y hacia dónde quieren ir. Cada proyecto, cada clase, cada tutoría es una oportunidad para que los alumnos aprendan a mirarse con verdad y esperanza. Educar es ofrecer raíces y alas: sentido de pertenencia y deseo de trascendencia.

Son una respuesta cuando los entendemos como ámbitos de cuidado. Educar también es cuidar. Y cuidar no solo del rendimiento o del éxito académico, sino de la persona en su totalidad: su bienestar emocional, sus vínculos, sus miedos, sus sueños. En un mundo donde la vulnerabilidad a menudo se oculta, la escuela debe ser un lugar seguro donde uno pueda crecer sin miedo, equivocarse sin ser juzgado, aprender desde la confianza.



Son respuesta cuando los entendemos como ámbitos de humanización. Nuestra tarea, al fin y al cabo, es hacer más humanos a nuestros alumnos… y a nosotros mismos. Humanizar es enseñar a mirar el mundo con compasión, a pensar críticamente, a actuar con responsabilidad. Es formar personas capaces de amar, de comprometerse, de construir comunidad.

* * *

En resumen. Hoy, como siempre, necesitamos docentes que inspiren, que acompañen y que eduquen. Docentes que no renuncien a la complejidad, que no se refugien en la queja, que sigan creyendo que cada aula es un lugar donde algo importante puede suceder, que sigan tocando el corazón de sus alumnos. Porque educar, en el fondo, sigue siendo lo mismo de siempre: creer en las personas, confiar en sus posibilidades y ayudarlas a crecer.


Y eso, aunque cambien los tiempos, nunca cambiará la verdad profunda de nuestra vocación: que un maestro, una maestra, puede seguir transformando el mundo —un alumno, una mirada, una historia— cada día. Y eso, por más que cambien los tiempos, nunca dejará de formar parte de la misión educativa de un colegio claretiano.

Juan José Raya

CLARET Segovia

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