INSPIRAR, ACOMPAÑAR, EDUCAR: la esencia de ser docente hoy
Hace unos días compartimos en nuestro claustro un
espacio de reflexión bajo este título: “Inspirar, acompañar, educar”.
Más que una sesión formativa, fue una oportunidad para detenernos y recordar
por qué hacemos lo que hacemos: porque cada alumno es, y seguirá siendo, la
razón de ser de nuestra tarea educativa (cf. Ideario FC, 7).
Vivimos tiempos apasionantes, pero también complejos.
Ser docente hoy exige comprender el contexto cambiante en el que se desarrolla
nuestra tarea educativa. Hay tres grandes tendencias que están transformando el
modo en que entendemos y vivimos la educación, y no podemos ignorarlas.
La primera tiene que ver con la reconfiguración
de la relación familia-escuela. Las formas familiares son hoy mucho más
diversas; los tiempos, las rutinas, las expectativas y las prioridades se han
modificado. Nuestros colegios ya no pueden dar por supuestos ciertos apoyos o
dinámicas que antes parecían inamovibles. Esto nos pide renovar los modos de
encuentro, abrirnos a la escucha, buscar alianzas reales y sinceras con las
familias para que la educación vuelva a ser una tarea compartida.
La segunda tendencia es la postmodernización
de la educación. Vivimos en un tiempo fragmentado, donde los grandes
relatos —aquellos que daban sentido y horizonte— parecen diluirse. Nuestros
alumnos crecen entre estímulos múltiples, en un entorno que a menudo genera
incertidumbre e inmediatez. Aquí la escuela tiene un papel crucial: ayudar a recomponer sentido, a dar nombre a
lo que viven, a acompañar en la construcción de una identidad sólida y libre.
Y la tercera es la exponencialidad de la
tecnología. La tecnología ya no es una herramienta más: estructura nuestra
manera de pensar, de relacionarnos, de aprender y de estar en el mundo. Pero
educar no es solo “usar” tecnología, sino enseñar a habitarla con criterio y humanidad. Acompañar a nuestros
alumnos para que sigan siendo protagonistas, no prisioneros, de lo digital.
Ante cada una de estas realidades, que no elegimos
pero sí habitamos, nuestros centros tienen la oportunidad —y la
responsabilidad— de ser una respuesta desde su identidad y su ideario.
Los colegios son respuesta cuando
son un ámbito de creación de identidad. Nuestros colegios no son prestadores de servicios
educativos, sino espacios donde las
personas descubren quiénes son y hacia dónde quieren ir. Cada proyecto,
cada clase, cada tutoría es una oportunidad para que los alumnos aprendan a
mirarse con verdad y esperanza. Educar es ofrecer raíces y alas: sentido de
pertenencia y deseo de trascendencia.
Son una respuesta cuando los
entendemos como ámbitos de cuidado. Educar también es cuidar. Y cuidar no solo del rendimiento
o del éxito académico, sino de la persona
en su totalidad: su bienestar emocional, sus vínculos, sus miedos, sus
sueños. En un mundo donde la vulnerabilidad a menudo se oculta, la escuela debe
ser un lugar seguro donde uno pueda crecer sin miedo, equivocarse sin ser
juzgado, aprender desde la confianza.
Son respuesta cuando los entendemos como ámbitos de humanización. Nuestra tarea, al fin y al cabo, es hacer más humanos a nuestros alumnos… y a nosotros mismos. Humanizar es enseñar a mirar el mundo con compasión, a pensar críticamente, a actuar con responsabilidad. Es formar personas capaces de amar, de comprometerse, de construir comunidad.
* * *
En resumen. Hoy, como siempre, necesitamos docentes
que inspiren, que acompañen y que eduquen. Docentes que no renuncien a la
complejidad, que no se refugien en la queja, que sigan creyendo que cada aula
es un lugar donde algo importante puede suceder, que sigan tocando el corazón
de sus alumnos. Porque educar, en el fondo, sigue siendo lo mismo de siempre: creer
en las personas, confiar en sus posibilidades y ayudarlas a crecer.
Y eso, aunque cambien los tiempos, nunca cambiará la verdad profunda de
nuestra vocación: que un maestro, una maestra, puede seguir
transformando el mundo —un alumno, una mirada, una historia— cada día. Y eso, por más que cambien los
tiempos, nunca dejará de formar parte de la misión educativa de un colegio
claretiano.
Juan José Raya
CLARET Segovia


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