ADVIENTO: PARAR Y…AVANZAR
El inicio de un nuevo año litúrgico, puede hacernos
pensar (y caer) en una peligrosa deriva rutinaria, como a la que nos vemos
abocados con los buenos propósitos cada nuevo año que, generalmente, suelen ser
los mismos y suelen esfumarse con la misma rapidez.
¡Qué curioso que el año litúrgico comience su andadura
de la mano del tiempo de Adviento! Un tiempo de espera esperanzada. Como una
invitación a renovarnos, a dar un paso más. Es como el caminar: puede que el
paso quedamos sea igual que el anterior, pero el suelo que pisamos no es el
mismo y, además, nos acerca más a la meta.
Adviento es por tanto una invitación a no quedarnos
mucho tiempo quietos. Es verdad que en ocasiones hay que saber parar para
contemplar, para reposar… Pero no conviene acomodarnos demasiado. Porque la
espera del Adviento como ya hemos escuchado muchas veces, no es una espera
pasiva; es una espera activa. Adviento nos invita a esperar, pero sin bajar la
guardia, prestando mucha atención a lo que sucede a nuestro alrededor.
El mismo verbo “educar” desde sus dos raíces
etimológica, pareciera que nos marca la pauta de estos dos tiempos: “educare”
nos habla de criar, de nutrir, de alimentar (acciones para hacer
preferiblemente en reposo; “educere” nos habla de sacar, de extraer, de guiar
hacia fuera (acciones que implica el movimiento). En la acción educativa
tendremos que saber combinar ambos tiempos.
Por
otro lado, si Adviento es tiempo de esperanza, ¿qué acción más propicia que la
educadora para desarrollar esta virtud? Educar es una acción cargada de
esperanza.
Y como motor de todo esto, el Espíritu que nos invita
a estar abiertos a la novedad. Por eso escucharemos al profeta Isaías decirnos:
“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. Mirad que realizó algo
nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Isaías 43, 18-19).
El
Espíritu de Dios que nos invita a abrirnos a su amor (“El amor hizo nuevas las
cosas/el Espíritu ha descendido”, nos dirá el poeta en este tiempo). El
Espíritu que nos invita a abrirnos a la vida nueva que nace en la humildad de
una joven nazarena, en la pobreza de un pesebre, en la debilidad de un recién
nacido (todo un proyecto en ciernes).
Buen y bendecido Adviento para
todos.
P. Diego González cmf


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