lunes, 17 de noviembre de 2025

ACOMPAÑAMOS A LAS FAMILIAS

 EL ACOMPAÑAMIENTO FAMILIAR

La sociedad actual y la familia

La salud de una sociedad depende en gran medida de la fortaleza de sus familias. En el entorno familiar se aprende lo que es el amor, la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Sin embargo, en el mundo actual, en medio de transformaciones culturales muy rápidas y una sociedad cada vez más fragmentada, muchas personas se están distanciando de aquello que les permite construir relaciones profundas y auténticas con los demás. Vamos a revisar algunos de estos cambios culturales que impactan negativamente y de forma específica en las familias:



1.      El individualismo: se ensalza la autosuficiencia personal y se debilita la idea de que las relaciones estables y los vínculos duraderos son esenciales para el desarrollo humano. Esta mentalidad ha contribuido al aumento de la soledad, fenómeno que no solo afecta a individuos, sino también a familias enteras que se sienten aisladas y sin apoyo. En muchos hogares se observa cómo cada miembro vive centrado en su propio mundo, compartiendo poco tiempo, pocas conversaciones y pocos proyectos en común. Esto dificulta construir una verdadera vida familiar, basada en la colaboración, el compromiso y la conexión emocional.

-          La transformación digital: la tecnología ha transformado profundamente la vida familiar. Los dispositivos digitales permiten que, estando físicamente presentes, se esté a la vez ausente mental y emocionalmente, permaneciendo cada uno inmerso en un mundo separado, hay desconexión emocional.

-          La incorporación plena de la mujer al mercado laboral: junto a los cambios en los roles de género han hecho surgir nuevas dinámicas familiares: las diferencias entre hombres y mujeres tienden a diluirse y esto puede ocasionar confusión aunque es fuente de enriquecimiento en la complementariedad.

-          La mirada desconfiada o desesperanzada a la familia. Se ha instalado la idea de que formar una familia limita el desarrollo personal o que es muy difícil que una relación estable funcione a largo plazo. Como consecuencia, los conflictos normales de la convivencia —que siempre han existido— ya no se ven como oportunidades de crecimiento, sino como señales de fracaso que justifican la ruptura. Sin embargo, la mayoría de estas dificultades no son definitivas; pueden superarse y, de hecho, muchas familias lo logran. Este pesimismo proviene, en buena medida, de la comparación con un modelo idealizado de familia que no existe en la realidad. En la vida real no hay familias perfectas, sino personas reales, con fortalezas y debilidades, que construyen sus vínculos día a día. Por eso es fundamental mirar la familia desde la realidad y con una visión esperanzadora que valore su potencial transformador.

-          La falta de un lenguaje cercano y comprensible para hablar del valor de los vínculos familiares. Muchas veces se usa un discurso demasiado idealista o moralizante que no conecta con la experiencia real de las nuevas generaciones, que sienten y deciden más desde la emoción que desde conceptos abstractos.



Todos estos cambios culturales no han ido de la mano de un cambio en la manera de ayudar a las familias. La clave para aliviar esta soledad y aislamiento emocional ya no está solo en ofrecer información o formación técnica a las familias, sino en acompañarlas, estar cerca de ellas y ayudarlas a recorrer su propio camino recuperando una mirada positiva hacia la familia como espacio de crecimiento mutuo y apoyo.

¿Qué es acompañar?

Acompañar significa, etimológicamente, compartir espacio y tiempo con otras personas. El término indica entrelazar las cosas cotidianas de la existencia en la construcción de una vida, lo que denota en primer lugar que, para acompañar, hay que compartir la vida. La esencia del acompañamiento radica en la presencia consciente para brindar apoyo a otra persona, sin imponer, controlar ni dirigir su experiencia, respetando su autonomía. Cabría destacar, entre otros, cuatro aspectos esenciales en la acción de acompañar, que pueden ayudar a comprender mejor su significado y alcance:

1º.- Acompañar requiere estar. El acompañamiento es una acción que puede realizarse de manera preeminente en aquellos lugares donde se reúnen, actúan y están las familias. Es decir, en las escuelas, en las asociaciones, en los espacios de ocio o de descanso, etc.

2º.- Acompañar implica establecer un vínculo. No hay acompañamiento sin vincularse y sin hacerse vulnerable en el vínculo. Por eso el acompañamiento no puede ser confundido con una táctica, con una metodología para realizar programas de éxito, o un recurso para resolver los problemas ajenos. Acompañar consiste en establecer una relación personal que, como tal, se basa en la confianza, que no se puede imponer, pero sí cabe ofrecer las condiciones para que sea posible.

3º.- Acompañar no es dirigir, ni sustituir al otro en la toma de sus decisiones, tratando de resolver sus problemas. Hasta hace unos años creíamos que, para ayudar a las familias, bastaba con ofrecer unas ideas sobre cómo deben hacerse las cosas, con un estilo que podríamos llamar “directivo”. Quizá en ocasiones hemos olvidado que la formación requiere contar con la libertad de las personas. Acompañar es mostrar, es enseñar a hacer, es también ayudar a descubrir los propios recursos para resolver las dificultades.

4º.- Por último, acompañar no es una necesidad solo para los momentos de crisis. El acompañamiento debe plantearse como tarea que actuará de manera preventiva para las situaciones de conflicto. A pesar de todo, habrá momentos en los que las dificultades se acentúen, o una familia pase por circunstancias especialmente difíciles. Entonces, acompañar requiere partir de la base de que la crisis no es necesariamente un fracaso irreparable. Las crisis son siempre una amenaza, pero son también un reto y una oportunidad de mejorar, una ocasión de renovarse y descubrir nuevas facetas en las personas y en las relaciones.

¿Quién puede acompañar?

Cualquier persona o grupo con experiencia en relaciones familiares puede acompañar, pero idealmente, son parejas o familias con trayectoria que actúan como testigos y guías. En virtud de su experiencia específica, podrán intervenir como acompañantes de las parejas. Los cónyuges que se ponen a disposición de este servicio se benefician enormemente: llevar a cabo un compromiso juntos y anunciar el valor de la familia fortalece su propia relación. Acompañar requiere una formación y un estilo adecuados al recorrido. Los acompañantes deben tener como objetivo resaltar la dignidad y el valor de cada persona y, al mismo tiempo, la belleza de la unión conyugal y familiar. El perfil incluye ser empático, no juzgador, con habilidades para escuchar y guiar sin imponer, y con conocimiento de dinámicas relacionales generales y de pareja, habilidades de comunicación y diálogo.

Los acompañantes deben ser capaces de ofrecer un tono propositivo, persuasivo y alentador, orientado hacia el bien.

 Conclusión

En un mundo marcado por cambios sociales que han impactado gravemente en las familias, el acompañamiento emerge como una herramienta esencial para revitalizar los vínculos familiares de forma saludable. Más allá de ofrecer soluciones técnicas o directivas, acompañar implica estar presente, establecer relaciones de confianza y respetar la autonomía de cada familia, guiándola hacia su propio crecimiento, potenciando todo su poder transformador de la sociedad en la que vivimos.

 

Dra. Lucia Gallego Deike

Médico Psiquiatra

Experta en terapia familiar

Directora médica de Emooti

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